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Aceptado (Acepted): 2024/04/28
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BIENESTAR MENTAL Y DESEMPEÑO ACADÉMICO: UNA RELACIÓN DIRECTA
MENTAL WELL-BEING AND ACADEMIC PERFORMANCE: A DIRECT
RELATIONSHIP
Maria Cristina Yaselga Antamba
1
, Johanna Paola Sanmartin Sanmartin
2
, Sophya Natalia
Peñafiel Limaico
3
, Mariam Susana Zapata Chacón
4
, Stalin Vladimir Robles Collahuazo
5
Instituto Superior Tecnológico con Condición de Universitario Compu Sur
RESUMEN
El bienestar mental o la salud mental es un estado en el cual la persona cuenta con niveles óptimos
desde el punto de vista psicológico y emocional, pues ya no se trata solamente de la ausencia de
trastornos mentales diagnosticados desde el punto de vista clínico. El rendimiento académico,
como la evaluación del conocimiento y los resultados que obtiene un estudiante, se ve afectado a
causa de deficiencias o problemas en la salud mental; por lo que la literatura ha afirmado que hay
una relación directa entre ambas variables o constructos. Es por ello, que se han determinado un
conjunto de prácticas, técnicas, hábitos e intervenciones para optimizar esta salud y coadyuvar a
los alumnos en la consecución de sus metas.
PALABRAS CLAVE: Bienestar mental, Salud mental, Desempeño académico, Estudiantes,
ABSTRACT
Mental well-being or mental health is a state in which the person has optimal levels from a
psychological and emotional point of view, since it is no longer just about the absence of mental
disorders diagnosed from a clinical point of view. Academic performance, such as the evaluation
of a student's knowledge and results, is affected due to mental health deficiencies or problems;
Therefore, the literature has affirmed that there is a direct relationship between both variables or
constructs. For this reason, a set of practices, techniques, habits and interventions have been
determined to optimize this health and help students achieve their goals.
KEYWORDS: Mental well-being, Mental health, Academic performance, Sstudents, Bonding.
INTRODUCCIÓN
El estudio del bienestar mental, también
entendido como salud mental no resulta una
labor exenta de complejidad,
independientemente del contexto en el que
se realice.
Ello se debe a la convergencia e
interacción de un conjunto de factores,
variables y premisas de diferente naturaleza
(Organización Mundial de la Salud/OMS,
2018).
La confluencia de estos algunos
elementos aumenta la probabilidad que se
desarrolle un estado positivo de bienestar
psicológico, en el que los individuos sean
conscientes de las habilidades, destrezas y
herramientas que pueden adquirir y construir
para afrontar aquellas situaciones que
desencadenen consecuencias negativas para
esta salud mental, facultando a estas
personas para integración social (Souza y
Cruz, 2010).
En esta perspectiva, otros autores como
Restrepo y Jaramillo (2012) hacen referencia
al bienestar mental como aquella habilidad
que tienen los individuos para adaptarse a las
exigencias del entorno; mientras que más
recientemente la OMS (2022) ha expresado
que al mencionar el término salud mental, lo
que se quiere es significar que se trata de un
estado o una etapa en la que existe bienestar
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en la persona, lo que le permite darse cuenta
que cuenta con habilidades para enfrentar los
desafíos habituales que se presentan en su
vida y a partir de ello desarrollarse de
manera productiva y contribuye positiva y
adecuadamente a la sociedad en la que habita
(Cuamba, 2020; García, Fajardo y Felipe,
2022).
En función de las ideas anteriores, se
evidencia que la noción de la salud mental
ya no hace referencia únicamente a la
ausencia de padecimiento o trastornos
mentales, sino que se encuentra integrada
por un cúmulo de indicadores.
Éstos han sido analizados a lo largo del
tiempo por la literatura especializada en la
materia y se han propuesto modelos con base
a ellos, como el expuesto por Barrón y
Sánchez (2001) denominado Modelo
General de Salud Mental, que plantea dos
grados de mediación incluidos en los
indicadores.
El primer grado responde a elementos
ambientales y sociales, que abarcan el estrés,
por ejemplo. El segundo grado es
psicosocial, incluyendo el apoyo que puede
brindar la sociedad y factores de naturaleza
psicológica como la confianza.
Por otra parte, el rendimiento académico
(RA) ha resultado ser una variable que ha
ocasionado un significativo interés, sobre
todo en el contexto educativo (García et al.,
2022) y se ha conceptualizado mayormente
como una medida aproximada de la
capacidad que manifiesta un individuo
acerca de lo que puede haber aprendido
luego de un proceso de enseñanza-
aprendizaje (Lee, Park, Kim et al., 2015).
Tal medida implica un conjunto de
componentes cognitivos y de personalidad
(Veas, Castejón, Miñano et al., 2019), que se
ven afectadas igualmente por factores de
índole familiar, educacional e individual,
que en conjunto hacen una descripción del
éxito o fracaso académico (Fajardo, Maestre,
Felipe et al., 2017; Lee et al., 2015).
Con base en lo planteado es conveniente
aclarar como de hecho se pretende en la
presente revisión bibliográfica conocer si la
ausencia o la presencia de un efectivo
bienestar mental, tiene una relación directa o
no con el rendimiento académico de los
estudiantes, es decir, si se ve afectado el
nivel de los alumnos, si representa
facilidades o dificultades para su desarrollo
educativo.
Es por ello que, en el marco teórico-
conceptual, se expone el estado actual de la
salud mental en el mundo, su alcance y
formas para alcanzar un adecuado bienestar
psicológico, haciendo una breve disertación
sobre los trastornos mentales y otras figuras
como el agotamiento emocional, para poder
referenciar sobre los problemas asociados al
bienestar mental y su vinculación con el
desempeño académico, mencionando
factores de riesgos, variables y perfiles de
riesgo, todo lo cual afecta e incide en la
deserción académica y permitiendo tener
evidencia de los riesgos que existen en
ausencia de bienestar mental en estudiantes.
Finalmente se efectúa un señalamiento
conciso sobre el acoso escolar y su
incidencia en el bienestar mental.
DESARROLLO
Bienestar o salud mental: alcance y
cómo se afronta
Actualidad y cifras de bienestar mental
En la actualidad se ha extendido el interés
y la preocupación acerca del bienestar o
salud mental de las personas, especialmente
en niños y jóvenes. Esto se evidencia de las
diferentes iniciativas que ha llevado a cabo
la OMS órgano que ha afirmado que los
problemas de salud mental son
significativamente más frecuentes hoy día
en los últimos tiempos para mejorar la salud
mental de la población (OMS, 2022) o las
planificaciones y estrategias recientes que
han sido aprobadas por algunos países, como
España, haciendo hincapié en la salud
mental y su cuidado (García et al., 2022).
Esto impone la necesidad de revisar
cifras, aun cuando se reconoce que no resulta
un trabajo fácil, puesto que habría que
establecer diferencias entre signos y
sintomatología y lo que se considera un
trastorno mental a juicio de los manuales de
criterios diagnósticos e igualmente se
dificulta la obtención de cifras específicas
pues las encuestas nacionales que en materia
sanitaria se aplican en algunos países, no
toman en consideración a toda la población.
En conclusión, tener información
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representativa es prácticamente imposible.
Sin embargo, se han efectuado
abundantes investigaciones que permiten
evidenciar la prevalencia de existencia de
trastornos mentales, como la expuesta por la
OMS (2022b), que indica que de forma
aproximada uno de cada ocho individuos ha
presentado un trastorno mental, mayormente
representados en ansiedad y depresión.
Países como España en el año 2021,
tenían una prevalencia del 27%, siendo lo
más frecuente la ansiedad y la depresión.
Estas cifras aumentaron significativamente
con la pandemia de COVID-19 (OMS,
2022b).
Además de lo mencionado, los estudios
efectuados han llegado a demostrar que la
población femenina es más propensa que la
masculina a ser diagnosticados con un
problema de salud mental y consumir
medicamentos a causa de ello.
Otra variable preocupante fue la
presencia de estos problemas en menores de
edad, personas solteras, individuos con
padecimientos crónicos o aquellos que
utilizan sustancias nocivas para la salud
como cigarrillos y tabaco (Maestre, López y
de Miguel et al., 2021). Investigadores como
Solmi, Radua, Olivola et al., (2022)
reflejaron que mayormente estos problemas
de salud mental inician entre los 15-18 años
de edad, considerando que la adolescencia es
una etapa de desarrollo que representa un
riesgo para el bienestar psicológico y que se
ve afectado aun más prácticas dañinas como
el consumo de alcohol, drogas, mala
alimentación, sedentarismo, entre otras
(Caro, 2018).
De hecho, las problemáticas de salud o
bienestar mental, especialmente las de
ansiedad y depresión en niños y
adolescentes, es una de las primeras razones
de discapacidad en el mundo; representando
una carga individual, familiar, educativa y
socio-sanitaria, que tiene repercusiones en la
actualidad y al futuro (Gore, Bloem, Patton
et al., 2011; Walker, McGee y Druss, 2015;
Fonseca, Calvo, ez et al., 2023). El
estudio sobre la carga mundial de
enfermedades, lesiones y factores de riesgo
(GBD por sus siglas en inglés) del año 2019
demostró que los problemas mentales
persistieron en las 10 primeras causas de
carga de enfermedad a nivel mundial, sin
que se evidencie una disminución desde
hace más de 20 años (Ferrari, 2022).
Esta es la principal causa de que existan
estudios e intervenciones para promocionar
el bienestar mental y prevenir problemas
asociados al mismo en ambientes
educativos, como es el caso del estudio
PSICE
1
, el último de los cuales arrojó un
12% de adolescentes con riesgo de tener
problemas emocionales y de conducta, un
6% con depresión severa, 26% con
depresión moderada, 15% con ansiedad
grave, 20% con ansiedad moderada y un 5%
de los adolescentes incluso admitieron haber
intentado cometer suicidio.
El objetivo de este tipo de estudios es
justamente manifestar la necesidad de
efectuar actividades de promoción,
protección y cuidado de la salud mental
durante la niñez y la adolescencia dentro de
ambientes educacionales, ya que de esta
manera se asegura con mayor probabilidad
alcanzar mejorías (Fonseca, rez, Al-
Halabí et al., 2023).
Finalmente cabe acotar, que el bienestar
mental erróneamente fue asociado en el
pasado a la ausencia de trastornos mentales
diagnosticados con base a la experiencia
clínica.
Si bien hoy día esta premisa ha sido
superada, es necesario esbozar algunas
consideraciones al respecto.
En efecto, se entiende afectada la salud
mental cuando ha sido debidamente
diagnosticado por un profesional
competente una condición como el trastorno
oposicionista desafiante, de la conducta, por
déficit de atención e hiperactividad (TDAH),
obsesivo-compulsivo, entre otros; pero
también hay otros indicadores que permiten
afirmar otros problemas como lo son el
estrés, la ansiedad, el agotamiento
emocional, por mencionar sólo algunos y
que no necesariamente pueden ser
catalogados como un trastorno mental.
Agotamiento emocional
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La falta de bienestar emocional se puede
significar agotamiento emocional (AE), que
se entiende como la reducción de los niveles
de energía, en los cuales la persona se siente
desgastado en su ámbito emocional y físico
y que en la mayoría de las ocasiones se
vincula a percepciones de fracaso y
decepción (Barreto y Salazar, 2021).
De este modo, el AE hace referencia a un
sentimiento de cansancio que puede
experimentar un individuo y que en el caso
de los estudiantes se asocia a diferentes
aspectos que generan estrés, como sus
obligaciones académicas y que traen como
consecuencia una actitud negativa, escasa
motivación con las actividades escolares o
universitarias y la creencia que no cuentan
con las habilidades necesarias para lograr
sus metas estudiantiles.
Los estudiantes en estos casos, llegan a
tener manifestaciones físicas y
psicológicas/mentales (González, Landero y
Tapia, 2007).
También ha sido considerado que el AE
se representa en una reducción de recursos
afectivos, generando que el individuo en esta
situación piense que no tiene aspectos que
aportar y que no puede con la carga (Lledó,
Perandones, Herrera et al., 2014); pudiendo
incluso significar que la persona pierda la
motivación para ejecutar sus tareas
habituales.
Resulta claro entonces, que va a tener
repercusiones en la interacción con otras
personas, dado el sentimiento de agobio que
acompaña a la persona.
Lo anterior hay que entenderlo, partiendo
del hecho de que los seres humanos en el
transcurso de sus vidas hacen frente a
diversos contextos académicos, laborales,
familiares y sociales, y ello implica cambios
permanentes; por lo que se requiere que
adquieran y actualicen destrezas y
capacidades, que se han denominado
recursos de afrontamiento, los cuales hacen
posible que se reduzca el impacto negativo
en la salud mental (García, 2011).
En este sentido, en el ámbito de lo
académico, dada la globalización y la
competitividad que impera, los individuos
toman la decisión de formarse y ello
conlleva a sumir obligaciones y desafíos
académicos, lo que puede causar altos
niveles de estrés (Castillo, Barrios, Alvis,
2018). Se considera que hay un desgaste
físico y mental que tiene que ver con las
actividades que han de realizar como
estudiantes, los tiempos de entrega y la
preparación para sus evaluaciones
(González, Fernández, González et al.,
2010).
Estas situaciones pueden hacer sentir a
los estudiantes que están sobrecargados,
causando un impacto negativo en su
desempeño académico (Alcalá, Ocaña,
Rivera et al., 2010).
El AE en alumnos de educación superior,
por ejemplo, se debe al cambio que ha
significado el ambiente académico, a la
metodología de aprendizaje que resulta ser
muy diferente al de la escuela, a las
variaciones en algunos casos que ello tiene
en el entorno social si estudian en una ciudad
diferente a la de sus padres y amigos y
finalmente puede tener que ver con el grado
de formación anterior que tenga ese
estudiante, los recursos económicos que
requiere para los gastos académicos, el tener
que dividir el tiempo con actividades
laborales.
Todo ello trae como consecuencia y
permite entender que los estudiantes en la
universidad son más vulnerables que otros a
padecer AE (Torres, Mohand y Espinoza,
2016).
Las dificultades vinculadas a este AE,
pueden ser físicas, pues la persona se siente
cansada físicamente, decaída; pero también
son psicológicas al experimentar cansancio
mental y emocional, que a su vez trae
consigo angustia, ansiedad, depresión, entre
otros sentimientos similares (Domínguez,
2018; Barreto y Salazar, 2021).
Estas dificultades por tanto se entienden
como los efectos colaterales que manifiestan
estas personas, teniendo incidencia en su
desempeño académico y socio-afectivo.
Buenas prácticas, herramientas,
técnicas y recursos útiles respecto al
bienestar mental
Las afectaciones al bienestar mental,
pueden ser dosificadas y regularse a través
de un proceso específico denominado
afrontamiento, que se caracteriza por su
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dinamismo y por procurar dar una respuesta
a las demandas objetivas y subjetivas que
experimentan los individuos en su vida
diaria (Lemos, Henao y López, 2018;
Barreto y Salazar, 2021).
Este proceso incluye un conjunto de
estrategias que permiten que la persona
minimice, reduzca, domine o tolere las
situaciones que los agobian, es decir, se trata
de diversas actuaciones que se usan frente a
determinas situaciones-problema, con la
intención de lograr un objetivo (Casari,
Anglada, Daher, 2014).
Por lo tanto, identificar esas estrategias
para que puedan ser empleadas en el caso de
los estudiantes, es fundamental, pues ello va
a repercutir en su calidad de vida y en
mejorar su salud mental (Morales, 2018).
Por su parte, Pritchard, Wilson y Yamnitz
(2007) concluyen que esas habilidades de
afrontamiento estaban vinculadas a una
debida capacidad de las personas de
adaptarse a la presión y a los retos dentro del
entorno académico.
Esto significa que es imperativo el
desarrollo de esas destrezas y habilidades
para saber afrontar los desafíos y que ello
pueda servir a los estudiantes a optimizar su
salud mental en aras de que ello tenga
repercusiones positivas en su desempeño
académico (Sánchez, León y Barragán,
2016).
Dentro de este orden de ideas, esas
estrategias o habilidades que se encuentran
inmersas dentro del proceso de
afrontamiento se diferencian entre sí, según
Cuamba (2020), dependiendo si responden a
estilos activos o pasivos.
Dentro de las habilidades de
afrontamiento activo (encaminadas a
accionar), se encuentran la resolución de
problemáticas, la reestructuración
cognoscitiva, la expresión de las emociones
y la construcción de redes de apoyo social;
mientras que dentro de las habilidades de
afrontamiento pasivo (no encaminadas a
accionar), se encuentran: evitar los
problemas, toma de decisiones con base a lo
que se desea previo análisis de conclusiones,
la autocrítica y retroceso social.
La presencia de estas habilidades es
posible medirlas a través de instrumentos
como el Inventario de Estrategias de
Afrontamiento (CSI) propuesto por Tobin,
Holroyd y Reynolds (1989).
Pero, además de lo mencionado existen
hábitos de vida saludable que pueden ser
practicados por los estudiantes, teniendo una
incidencia positiva en mejorar y mantener su
salud mental; y ello debido a que los estilos
de vida tienen una repercusión directa en la
calidad de la vida (Guasch, 2013).
En primer lugar, se encuentra una
alimentación correcta y balanceada,
teniendo en cuenta que en mucha medida la
forma en que las personas se alimentan tiene
que ver por el espacio geográfico en el que
habita, el clima, las costumbres, la capacidad
financiera, entre otros aspectos.
Pero, queda claro que una adecuada
alimentación que incluya los nutrientes
necesarios es fundamental por su interacción
con otras áreas del individuo como el
correcto descanso, el rendimiento físico y
mental, su estado de ánimo, etc.
En segundo lugar, otro hábito saludable
es el descanso y las horas de sueño. Por lo
general, se requiere que una persona duerma
entre seis u oho horas y ello es indispensable
porque permite al organismo un descanso
adecuado, restaurándose tanto física como
mentalmente la persona.
Al respecto, Suardiaz, Morante, Ortega et
al. (2020) indican que la mayoría de las
investigaciones consultadas permiten
entrever una relación directa entre esta
variable y la falta de rendimiento académico
en estudiantes.
En tercer lugar, se encuentra la
realización de ejercicios físicos, pues se ha
demostrado que hay buena conexión directa
con mejoras en el sueño, menos
probabilidades de consumir sustancias
nocivas para la salud, mejor alimentación
(Carballo, Rico, Barcala et al., 2020); así
como beneficios para la salud mental
(Maestre, López, de Miguel et al., 2021).
En cuarto lugar, se encuentra no consumir
alcohol y drogas, sustancias que se conocen
por crear adicción en las personas y que
causan grave daño a su salud mental y por
ende tienen consecuencias en el resto de los
ámbitos personales, académicos y laborales
de los individuos (Tembo, Burns y Kalembo,
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2017).
Ahora bien, al igual que practicar hábitos
de vida saludables, también existen técnicas
y recursos que permiten mejorar el bienestar
mental en los estudiantes y que guardan
relación con el desarrollo de la inteligencia
emocional al aprender a identificar y
gestionar las emociones, práctica de
ejercicios de meditación o de mindfulness,
gestión efectiva del tiempo priorizando entre
lo que es urgente e importante, prácticas de
técnicas de estudio, entre otras (Guash,
2013).
Problemas de bienestar mental y
su vinculación con el desempeño
académico
El rendimiento o desempeño académico
tiene una relación directa con lo que es la
evaluación, es decir, con el hecho de
determinar el valor de un proceso, un
individuo, etc. (Chadwick, 1987); por tanto,
el rendimiento desde el punto de vista
académico va a ser tanto un proceso como
una resulta.
Este autor señala con base a esa premisa
que en el proceso de enseñanza-aprendizaje,
los estudiantes con sus particularidades
psicológicas y mentales, desarrollan
habilidades y destrezas que les hacen posible
aprehender y que ello se manifieste en una
puntuación final.
De allí, que otros de los autores
primigenios en investigar el significado del
rendimiento académico expresen sobre este
que son los logros y éxitos de los alumnos en
general y no solamente las calificaciones que
obtengan.
Lo que se traduce es que es valorada la
capacidad de adquisición de los
conocimientos y su aplicación práctica
(Biggs, 1979). Lo anterior es importante
entenderlo, para a su vez comprender la
postura expuesta por Pintrich (1989) quien
refleja que este desempeño está vinculado a
diversos factores que tienen influencia en el
él, como la motivación, el estilo de
aprendizaje y la salud mental.
Es decir, que los problemas de salud
mental se relacionan con el rendimiento
académico y bajo esta postura un bajo
desempeño se vincula igualmente con otros
aspectos como la autonomía, la interacción
con los amigos y compañeros, etc. (Vitale,
Degoy y Berra, 2015).
De tal forma que el rendimiento cuando
es deficiente puede reflejarse en
calificaciones menores, repitencia de
asignaturas o de año escolar, entre otras
manifestaciones y esta deficiencia se puede
demostrar por ejemplo al aplicar el criterio
de revisar las calificaciones obtenidas en
asignaturas que sean obligatorias en el
pensum académico (que pueden variar
dependiendo del país que se consulte)
(Fajardo et al., 2017; García y Cantón,
2019).
Este rendimiento deficiente puede ser
abordado a través de intervenciones,
evidenciándose la existencia de múltiples de
ellas, las cuales se diferencian por el o los
objetivos que pretenden alcanzar, la
metodología, el contenido, los métodos y los
resultados que logran; pero teniendo en
común que cada una de ellas tiene la
finalidad de brindar a los estudiantes un
conjunto de herramientas y soporte para que
puedan enfrentar los retos académicos y
emocionales.
Por lo general, estas intervenciones se
orientan a prevenir la deserción académica o
a mejorar el rendimiento específicamente y
son abordados por medio de programas de
salud mental (Bolinski, Boumparis, Kleiboer
et al., 2020). La investigación al respecto ha
sugerido que determinar y buscar un
tratamiento efectivo a los factores
psicológicos que están vinculados a los
problemas emocionales, tiene una incidencia
beneficiosa en el rendimiento académico
(Wilks, Auerbach, Alonso et al., 2020).
Estas intervenciones han sido
distinguidas por la literatura, ajustándose a
los requerimientos de cada individuo.
La primera de estas clasificaciones, la
realiza Gordon (1983) identificando dos
categorías de programas: (1) los de
prevención que buscar anticiparse al
surgimiento de dificultades emocionales o
minimizar su incidencia y (2) los de
tratamiento que utilizan para dar respuesta
a dificultades emocionales existentes.
En los programas de prevención, este
mismo autor, ha determinado la existencia
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de tres niveles: universal, selectivo e
indicado, que pretender significar el nivel de
riesgo o la necesidad de intervención que se
requiere (Rith, Boustani, y Chorpita, 2019).
El primer nivel está dirigido a cualquier
persona, sin tomar en cuenta los factores de
riesgos particulares y se ofrece información
y herramientas de manera genérica.
El segundo está dirigidos a aquellos
individuos que manifiesten factores de
riesgos y es seleccionado el perfil del
alumno que tenga más riesgo de desarrollar
dificultades emocionales en comparación
con el resto, es decir, de las intervenciones
universales, surgen las selectivas.
Finalmente, el tercer nivel está dirigidos a
estudiantes, que luego de ser examinados,
manifiestan síntomas asociados a
dificultades mentales (no es un diagnóstico
clínico).
Por su parte, los programas de
tratamiento están dirigidos a aquellos
individuos que han sido diagnosticados con
una problemática de salud mental y en la
mayoría de los casos ello amerita una
intervención individual y especializada
(Reinholt, Hvenegaard, Christensen et al.,
2022).
De acuerdo con lo anterior, en las últimas
investigaciones efectuadas acerca de estas
intervenciones (mayormente en estudiantes
de educación superior), se pudo conocer que
estas se han enfocado con mucha regularidad
a tratar problemas de ansiedad y de
depresión.
Pero también se evidenció que se han
detectado otros problemas como trastornos
alimentarios, consumo de sustancias
nocivas, estrés postraumático (Barnet,
Arundell, Saunders et al., 2021; Bolinski et
al., 2020; Ballester, Alayo, Vilagut et al.,
2020).
Bienestar mental y el desempeño
académico. Una relación directa
En la literatura abundan las
investigaciones sobre el bienestar mental y
el desempeño académico, afirmando la
existencia de un vínculo directo entre ambas
variables.
Se esboza la idea que hay una relación
entre el desempeño académico deficiente y
el estado emocional del estudiante,
arguyendo que los problemas de salud
mental pueden ocasionar que los alumnos
obtengan malas calificaciones y no
adquieran efectivamente el conocimiento
que se les está impartiendo (Mofateh, 2021).
Y este es un problema que ha venido
siendo estudiado y analizado, puesto que ya
para el 2015 la OMS en su Encuesta Mundial
de Salud Mental documentó una alta
prevalencia de problemas mentales y a su
vez un significativo menoscabo del
rendimiento académico (OMS, 2015).
Luego de ello, y continuando con la
investigación sobre la relación entre ambos
constructos, se examinó la medida en que
esos problemas mentales, detectados de
forma temprana, constituyen una predicción
para el fracaso en los estudios.
La mayoría de estas investigaciones
arrojaron que el trastorno por déficit de
atención e hiperactividad (TDAH) y la
depresión grave constituyen los dos
problemas que mayor riesgo representan
para la deserción y abandono de los estudios
universitarios (Bantjes, Lochner, Saal et al.,
2019; Wagner, Wagner, Kolanisi et al.,
2022).
Así pues, de las problemáticas al
bienestar mental que han sido más
estudiadas y vinculadas al rendimiento
académico se encuentran la depresión y la
ansiedad, puesto que suelen ser los
problemas que más manifiestan los
estudiantes.
Mejorar estos aspectos de la salud mental
se considera un factor predictivo del logro
académico (Bantjes et al., 2021; Wilcox y
Nordstokke, 2019).
En este sentido, hay un conjunto de
factores, aspectos y procedimientos que se
encuentran envueltos en el vínculo entre la
salud mental y el desempeño académico. Por
un lado, se encuentra el bienestar subjetivo,
referido a ciertas particularidades del
alumno como el nivel socio-económico.
Un bajo nivel socio-económico ha sido
determinado como factor principal
relacionado con deficiencias en la salud
mental y en el rendimiento, toda vez que ello
constituye una presión, que causa impacto
negativo en la psiquis del individuo,
originando estrés, cuadros de ansiedad,
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depresión, entre otros (Dong, Yang, Zhang
et al., 2021; Wu, Liu, Yu et al., 2022).
Por otro lado, está el apoyo social, puesto
que aquellos estudiantes que cuenten con
redes de apoyo resultan tener mayor
autoconfianza y dedicarse con mayor
precisión a sus estudios, lo que
indiscutiblemente mejora el desempeño
(Dong et al., 2021).
Un tercer factor es el concepto que tenga
el estudiante de mismo y la capacidad de
resiliencia que tenga el alumno, puesto que
aquellos que reconocen sus habilidades de
estudios y tienen alto grado de resiliencia,
tienden a enfrentar de mejor manera las
situaciones difíciles, valoran el esfuerzo que
requiere estudiar y por ende tienen un mejor
rendimiento académico (García, Augusto,
Quijano et al., 2022). Finalmente, hay
quienes propugnan que la depresión y la
Tabla 1
ansiedad influyen en el desempeño por el
efecto moderador de la habilidad de hacer
frente a las demandas y retos académicos
(Mahdavi, Valibeygi, Moradi et al., 2023).
Ahora bien, enfocados exclusivamente en
el desempeño académico y el bienestar
mental como variables separadas, se verifica
que la investigación ha mencionado que los
factores del alumno vinculados a ese
desempeño han sido poco investigados; a
diferencia de los factores vinculados a la
salud mental del alumno, que han sido
examinados de forma significativa a través
de revisiones sistemáticas determinándose
diversas variables que han sido catalogadas
por categorías tal como se muestra en la tabla
(1)
a continuación (Campbell, Blank,
Cantrell et al., 2022, Liu, Guo, Zhang et al.,
2022; Mofateh, 2021).
Factores y variables vinculadas al bienestar mental de estudiantes de educación superior con base a
investigaciones sobre el área
Souza y Figueroa (2023) Campbell et al. (2022) Mofatteh (2021) Liu et al. (2022)
Estrés
Resiliencia
Autocuidado
Autoeficacia
Autoestima
Estrategias de
afrontamiento
Inteligencia emocional
Personalidad
Sueño
Salud física
Salud mental
Vulnerabilidades
-Edad
-Orientación sexual
-Género
-Etnia
-Antecedentes de salud
mental
-Abuso infantil
-Apego
-Estilos parentales
-Apoyo familiar
-Discapacidad
Factores protectores
-Adaptabilidad
-Regulación emocional
-Autoestima
-Imagen corporal
-Ocio
-Actividad física
-Autocompasión
-Optimismo
-Autoeficacia
-Resiliencia
-Inteligencia emocional
-Estrategias de
afrontamiento
-Redes de apoyo
-Actitudes hacia la salud
mental
-Participación en su
aprendizaje
-Apoyo del profesorado
Disparadores
-Estrés
-Exámenes
-Soledad
-Estrés financiero
-Malas relaciones
Señales de alerta
Dieta
Búsqueda de ayuda
Consumo de alcohol
Sueño
Factores psicológicos
-Autoestima
-Estado de salud mental
previo
-Tipo de personalidad
-Soledad
Factores académicos
-Carga de trabajo
-Evaluación
-Expectativas
-Relación con profesores
-Idioma
-Año de estudio
-Dominio de la materia
-Novedad del entorno
Factores biológicos
-Edad
-Género
Factores económicos
-Apoyo financiero
-Nivel socioeconómico
-Pobreza infancia
Factores estilo de vida
-Consumo de sustancias
-Tabaco
-Dieta
-Sueño
Factores sociales
-Apoyo social
-Integración social
-Actividades de ocio
-Etnia
-Redes sociales
Factores biológicos
-Sexo
-Nacionalidad
-Familia (Experiencias
pasadas,
estatus socioeconómico,
apoyo)
Experiencia universidad
-Año de estudio
-Rendimiento
académico
-Ayuda financiera
-Piso alquiler
-Satisfacción universidad
Estilo de vida
-Ejercicio físico
-Consumo de sustancias
-Sueño
-Dieta
-Redes sociales
Factores psicológicos
-Personalidad
-Antecedentes de salud
mental
-Estrategias de
afrontamiento
-Autoeficacia
-Soledad
Ejercicio físico
Nota: Guillén (2024)
121
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Breve referencia al acoso escolar y
su incidencia en el bienestar mental
de los estudiantes
Cuando se hace referencia a la salud mental
de estudiantes, es necesario debido a la
abundante evidencia existente en la materia
sobre la incidencia que tiene para el bienestar
físico y psicológico, mencionar acerca del
acoso o la violencia en las instituciones
académicas, independientemente del nivel
que se trate, que se entiende como el acto
sistemático de victimizar que se da en
contextos educativos y que conlleva a un
maltrato entre iguales(alumno-alumno),
pudiendo manifestarse en agresiones físicas o
psicológicas (Olweus, 1983).
Se trata por tanto de actuaciones negativas
y efectuadas con intención, que ubica a las
víctimas en una posición difícil de sobrellevar
de manera individual.
La gravedad de estos actos se encuentra en
su continuidad, lo que causa que aquellos que
son maltratados tengan problemas de
autoestima, generen ansiedad y depresión, por
mencionar solo algunos efectos; lo que limita
la integración en el contexto académico, la
prosecución de los estudios y evidentemente
el desempeño académico. De esta noción, se
desprenden las particularidades que se
mencionan a continuacn:
1. Existe intencionalidad de efectuar un
daño.
2. La conducta negativa es reiterada.
3. La víctima es incapaz de evitar el abuso
o maltrato.
4. Puede manifestarse en agresiones
físicas y/o psicológicas, directas e
indirectas.
5. Las agresiones a las que se ven
expuestas las víctimas van desde la
exclusión, los insultos, las amenazas y
hasta el acoso sexual.
Queda claro, que las mencionadas no son
las únicas formas en que se manifiesta el
abuso o maltrato escolar, pues con los
cambios experimentados en la sociedad a
nivel tecnológico, por ejemplo, también el
maltrato o acoso ha evolucionado y en la
actualidad muchas víctimas son acosadas a
través de medios y herramientas digitales, lo
que se ha denominado cyberbullying, que
sigue entendiéndose como el acto de agredir a
otro de forma intencional, pero en este caso
utilizando medios electrónicos (Smith,
Mahdavi, Carvalho et al., 2006).
Ahora bien, independientemente de la
forma en que se manifieste esta violencia, lo
que queda claro es la incidencia negativa
que tiene sobre la salud mental de la víctima y
la evidencia de cómo se exacerban problemas
mentales específicos como el estrés, la
ansiedad y la depresión; que como se ha
detallado en esta breve disertación
investigativa son factores de riesgo para el
bajo desempeño académico.
CONCLUSIONES
Los estudiantes son el factor clave del
proceso de enseñanza-aprendizaje y es por
ello que la información adecuada y el
permanente control, seguimiento y monitoreo
de situaciones específicas, tales como las
experiencias, acontecimientos, situaciones
desencadenantes de problemas mentales y las
maneras y los métodos para aprender; va a
permitir que las instituciones educativas
conozcan al detalle a su población estudiantil
y cómo pueden ayudarlos al alcanzar sus
metas académicas.
Las investigaciones han logrado
determinar la prevalencia de problemas de
salud mental, sin embargo, es pertinente el
conocimiento y comprensión de las
consecuencias que tienen para el rendimiento
académico, entendido no como bajas
calificaciones, sino en su integralidad, tal
como se planteó en este artículo.
En ese sentido, los problemas mentales
tienen de manera general, dos consecuencias
muy precisas en el ámbito físico y psicológico
del individuo. En el primer caso, se asocian a
síntomas corporales, que incluso
desencadenan enfermedades físicas.
En el segundo caso, se trata de una
percepción negativa de la propia persona, que
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lo hace sentir inferior, poco productivo,
incompetente, deprimido, cansado, alterado,
entre otros sentimientos de ese tipo.
De tal forma, que aquellos alumnos que
presentan síntomas corporales, en muchos
casos tienen problemas estomacales, dolores
de cabeza continuos, alteraciones de sueño,
agotamiento y fatiga física; mientras que
desde el punto de vista psicológico ansiedad,
depresión, estrés, tensión, poca concentración,
falta de atención, intranquilidad, entre otros.
Este contexto constituye una amenaza o un
riesgo para el logro de los objetivos
académicos, puesto que el estudiante no
cuenta con estrategias para afrontar las
situaciones negativas que se le presentan y por
ende ello desencadena que el mismo obtenga
un bajo o deficiente desempeño académico.
Esta es la razón por la cual desde diferentes
ámbitos se ha evidenciado la importancia de
fomentar el cuidado físico, pero también el
psicológico, tomando en cuenta que la salud
en general es un estado de bienestar integral
de la persona y de allí igualmente, las diversas
recomendaciones que se han generado desde
la UNICEF.
Por ejemplo, se señala la relevancia del
diseño de políticas de salud mental aplicadas
a las instituciones educativas, en las cuales se
efectúe un abordaje integral y en el cual
participen diversos sectores.
Ssiempre teniendo en cuenta como
objetivos estratégicos que hay que generar un
ambiente de enseñanza-aprendizaje en el cual
se propicie la salud mental, asegurar la
accesibilidad a servicios de apoyo a la salud
mental, propiciar el bienestar mental de los
docentes, garantizar la formación del personal
docente en cuanto a salud mental y asegurar la
participación de la institución, las familias,
amigos y la sociedad en general, para
desarrollar un ambiente que sea seguro y
estable.
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